Hay instituciones culturales con tanta historia, con una imagen tan integrada en nuestra geografía vital que corren el riesgo de sufrir un injusto anonimato, una relativa pérdida de relevancia.

En años recientes han surgido en Zaragoza nuevos museos y centros culturales y se exhiben nuevas colecciones que compiten por el favor ciudadano con el sello atractivo de la novedad.

Sin embargo frecuentar el Museo de Zaragoza sigue constituyendo un hábito muy saludable, un placer de primer orden especialmente en una mañana de primavera y acompañados por su fotógrafo José Garrido, como lo ha hecho hoy AFZ en una jornada de lujo.

Hemos comenzado a las once una visita que ha tenido dos partes. En la primera, minimalista, José ha querido compartir con nosotros alguna de sus piezas favoritas –entre ellas, una obra de Marín Bagüés y una estela funeraria- y las mejores vistas del interior y exterior del museo. Siempre interesa ver los lugares en compañía de quienes los conocen en profundidad.

Y a continuación nos ha hablado de su trabajo, de las técnicas que emplea para fotografiar las piezas, los distintos tipos de iluminación, su necesaria homogeneidad y la utilidad para los especialistas de la fotografía técnica que él realiza.

Ha sido, en fin, una manera totalmente distinta y enriquecedora de ver un museo, desde el trabajo que se hace en su interior.

La fotografía de grupo la hemos hecho en el patio, con una bonita luz indirecta que favorecía los tonos cálidos que presiden todo el edificio.

Ya en la posvisita del bar y las cervezas hemos hablado de sus proyectos y trabajos creativos, sus bodegones y retratos, y su –excelente- blog de fotografía.

La del Museo de Zaragoza es una visita inexcusable que tenemos que repetir. Hoy la hemos hecho en la mejor compañía.

Emilio Molins